"Paciencia y perseverancia son las condiciones para vivir en un velero, nunca abandonar y estar siempre dispuesto a luchar"
Kurt Schmidt
Día de verano. Calor. Llevo ya un tiempo navegando en solitario por Ibiza disfrutando del sol, del mar azul, de la lectura, de la vida a bordo... Siempre al ancla en alguna cala lo más alejada posible de los lugares turísticos. Alejado también de cualquier pensamiento relacionado con el trabajo y las cotidianas y absurdas preocupaciones...
Pero lamentablemente y muy a mi pesar, no tan alejado como para no tener que volver a ellas en breve, de modo que me encuentro fondeado en la bahía de Sant Antoni de Portmany, desde donde pienso zarpar al día siguiente por la mañana al alba rumbo a Castellón
Hay un libro entre la colección que siempre llevo en el barco: "La vuelta al mundo sin prisas", del capitán Kurt Schmidt. Lo había leído anteriormente, pero durante este viaje lo saqué de la estantería y lo estuve releyendo mientras navegaba de día y también en las tranquilas noches bajo las estrellas, repasando las aventuras de este hombre que navegó a bordo de su velero "Nicole" alrededor del mundo durante veinticinco años. Capítulos rebosantes de experiencias y anécdotas contadas con frescura y pasión por el mar, por los viajes y las personas que en ellos se encuentran por el camino.
Pues en estas estaba (cómodamente tumbado en los bancos de la bañera y con el libro abierto sobre mis piernas) cuando de pronto, y para mi sorpresa, veo
pasar junto a mí a un Belliure llamado “Nicole” con un señor mayor al timón. No
lo puedo creer. Es el capitán Kurt en persona. El autor del libro que tengo en mis manos y el hombre que me ha hecho soñar y disfrutar con sus relatos de navegación
alrededor del mundo. Corro a la proa y le grito: -¡Kuuuurt! Él me mira y con las
dos manos con los pulgares hacia arriba, me saluda. Le enseño el libro y le
digo que justo lo estaba leyendo. Él hace ademán de llevarse un vaso a la boca
y me grita: -¡Ven a tomar algo!. No hace falta que me lo diga dos veces. Mi afición favorita es "tomar algo" con amigos en barcos y reír y charlar sobre aventuras y las cosas de la vida.
Pero antes tenía que bajar a tierra a recoger a un amigo que venía en ferry para acompañarme a la travesía de vuelta a la península, así que desamarro el chinchorro y trato de cruzar a remo al muelle, ya que el motor fueraborda no funciona.
Imposible.
Demasiado viento y demasiada distancia. Remo hacia el Nicole, me abarloo y Kurt
se asoma, me da la mano y me dice: -“toma mi dinghy”, con el motor es más fácil.
Le doy las gracias y navego hacia el puerto de San Antonio.
Pepe
llega, nos saludamos y vamos a comprar algo. Hace un calor sofocante y las
calles están llenas de extranjeros típicos de los que proliferan en los centros
de turismo barato del litoral español. Acabo de desembarcar y ya tengo ganas de
volver a bordo.
Así que con
la compra en el chinchorro, y con Pepe a bordo, le digo: -“Te voy a presentar a alguien que
te va a sorprender, un viejo lobo de mar que lleva veinticinco años dando la
vuelta al mundo en su velero. Verás la de cosas interesantes que nos va a contar”.
Tras
dejar las cosas en el Gaviero, nos llevamos unas cuantas cervezas y amarramos
el chinchorro de Kurt junto al costado del Nicole. -¡Permiso para subir a bordo!
Y Kurt aparece por el tambucho. -¡Adelante! Tras las presentaciones, abrimos las
cervezas y comenzamos a charlar.
Lleva pantalones blancos, va descalzo, sin camiseta, sin gorra, sin reloj, lo
básico. Es grande, sonriente, hablador y habla perfecto español con acento
indefinido.
A
los pocos minutos la conversación fluye animadamente y la guitarra hace su
aparición. Canciones sobre el mar, sobre navegar; canciones conocidas
españolas, de la tuna. -“Mis alas son mis velas, yo tengo que zarpar; mis amigos
los vientos, yo debo zarpaar”…
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Kurt y su guitarra |
A
la tercera botella de Barbadillo cantamos todos, hablamos de política entre
canción y canción. Kurt nos cuenta cómo el Nicole dio la vuelta en un terrible
temporal yendo de Alaska a México; cómo gobernó sin timón miles de millas hasta
San Francisco y un personaje anónimo le donó una importante cantidad de dinero
para reparar su barco. Historias y canciones que se deslizan a lo largo de las horas. De esas horas que cobran otra dimensión y otra duración cuando el tiempo no importa... Y así, la noche cae sobre nosotros. Casi no nos vemos las caras. Estamos medio borrachos.
De modo que nos despedimos del capitán Kurt con la alegría de haber compartido unas horas con una
persona especial. En muchos aspectos admirada por mí. Setenta y cuatro años de
experiencia sobre un barco de veinticinco años con más de cien mil millas bajo
su quilla. Me dedica amablemente su libro con esta frase: "Querido Germán, todo es posible. Basta quererlo"... También me da un cartel que anuncia un concierto para el próximo mes de octubre, en el Palau de Altea. Un musical organizado por Kurt y
algunos amigos músicos de distintos lugares del mundo que espero nos vuelva a reunir.
Después, el capitán quiere comprar un barco de río e ir a Rusia para encontrar una novia que quiera estar con él por amor.
Sin duda, un espíritu eternamente joven…
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"Nicole" visto desde "El Gaviero" |
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Hasta siempre, Capitán |
Lamentablemente, nunca volví a ver al capitán Kurt.
Poco tiempo después de este encuentro, organicé una reunión con buenos amigos navegantes en mi puerto y les comenté la suerte que había tenido y cómo la vida te sorprende con estos encuentros casuales e increíbles. Uno de ellos me miró asombrado y me dio la triste noticia: -"pero si el capitán Kurt ha muerto"...
No daba crédito. No habían pasado ni dos meses y aparentemente se le veía muy bien... Me quedé helado y tremendamente afectado. Las frases recurrentes vinieron a mi cabeza. "La vida es corta, hay que disfrutar"; "las cosas pasan cuando menos te lo esperas"; "hay que dar importancia a lo verdaderamente importante"...
Pues sí... Así es...
Aunque la frase que más me repetía era la que escribió en la primera página de su libro y que me dedicó con su afecto: "Querido Germán, todo es posible. Basta quererlo"...