sábado, 11 de febrero de 2017

Cuando fuimos más allá




En el cementerio inglés de Málaga, entre las lápidas que emergen de la tierra cubierta de desordenada vegetación, hay una que reza:

Alexander Mitchell Smith Will
Master Mariner
Born in Arbroath (Scotland) 25 october 1900
Died in Fuengirola (Málaga) 22 october 1984
Storms all weathered and life´s sea crossed

Tumba del Capitán Alexander

En ese momento de recogimiento, en aquél entorno mágico, aquél día pensé que así me gustaría ser recordado:

Germán Arias San Antonio
Capitán.
Nacido en Málaga (España) 2 de marzo 1970
Muerto en ……
Todos los temporales capeados
Y el mar de la vida cruzado





Después de Cefalú vino Milazzo, donde la paciencia se agotó, y tras coincidir brevemente con los amigos del Drap, un velero en ruta hacia las Eolias, partimos El Gaviero y yo hacia Grecia.
Nunca había tenido tantas ganas de soltar amarras. Verdaderamente no podía más. Sólo quería navegar, navegar y navegar. Y no parar hasta llegar a nuestro destino, sin importar lo que esto costara. Estaba harto de la tierra, de Sicilia, de problemas que me mantenían atrapado en puerto.
Partir. Flotar en el azul. Preocuparme del rumbo, de las velas, de hacer navegar al barco.
Sentirlo vivo de nuevo, temblando bajo el viento y sobre las olas, liberado de las amarras del pantalán… Quería llegar a Grecia. Mi sueño. Mi objetivo.

Estrecho de Messina
De modo que largamos amarras de Milazzo una mañana de cielo azul y mar en calma y ya no paré más hasta sentir el olor a tierra y recalar en la isla de Lefkada, lejos, muy lejos hacia levante.
Nos llevó tres días y tres noches llegar. Al pequeño Gaviero y a mí. Tres días y tres noches de soledad, de incertidumbre, de disfrute, de vida. De cielos inmensamente negros y cercanos, de miles de estrellas brillantes y de grandes olas oscuras de noche y azules de día. De sueño y cansancio; de sentirnos muy pequeños en la naturaleza líquida que nos envolvía con un manto de realidad aplastante, haciéndonos comprender lo efímero y lo valioso de nuestra pequeña existencia. De entender lo vital del momento presente y la magia de estar vivos…
Extrañas y nítidas voces  me hablaban por la noche, como provenientes de un barco que estuviera junto a nosotros. Tan claras como conversaciones  mantenidas con personas conocidas en tierra. Luces de colores aparecían ante mis ojos de día, entre cabezadas de sueño junto a la bitácora… Eran el cansancio y la tensión acumulados…
Ningún barco en el horizonte. Tan solo durante unas horas del segundo día, una extraña embarcación navegó a nuestro mismo rumbo y velocidad. Nos mantuvimos alerta y poco a poco se fue perdiendo en la distancia.

Es increíble cómo el olor a tierra  se percibe desde la mar. Pude oler Grecia desde mucho antes de llegar a verla. Un olor a resina de árbol, a arbusto mediterráneo, a país desconocido y anhelado.
La emoción de avistar las montañas altas de Lefkada fue sin duda una de las experiencias más intensas de mi vida. Habíamos llegado. No fue una gran hazaña, pero fue nuestra aventura. Del Gaviero y mía. Fui feliz. Había llevado mi barco a la tierra de los dioses donde comenzó todo…

Entrada a Lefkada



Regristro del Gaviero en griego

Primera mousaka recién llegado
Grecia... 
Era el inicio de otra etapa.

Atrás quedaron Scilla y Caribdis, en Messina; los remolinos amenazadores que en otros tiempos devoraban barcos; los extraños pesqueros de aquélla parte de Sicilia en busca del atún dormido; la escarpada costa de Calabria, las fuertes corrientes del mítico paso…

Germán Arias. Master  Mariner… Sonaba bien…
Quizá lo estábamos consiguiendo El Gaviero y yo…  Al fin y al cabo un capitán no es nada sin su barco…