“The sea, autum mildness, islands bathed in
light, fine rain spreading a diaphanous veil over the immortal nakedness of Greece .
Happy is the man, I thought, who, before dying, has the good fortune to sail
the Aegean Sea .”
Zorba the Greek
Alessandro habla con una voz
profunda y cautivadora. Habla pausadamente eligiendo bien las palabras, y habla
con una sonrisa perenne bajo su bigote blanco.
Habla español con suave acento
italiano y habla griego con la fluidez adquirida después de navegar todos los
años durante más de veinticinco por las islas del Jónico.
Él y su pequeño velero, el
“Itaca”, son conocidos desde Corfú hasta Zante, y con la misma tranquilidad con
la que habla, navega. Despacio. Saboreando el tiempo y las conversaciones. Liando
y fumando tranquilamente cigarrillos y bebiendo cerveza y ouzo con los amigos.
En Italia era maestro en una
escuela. Un maestro vocacional y seguramente de los buenos, de los que dejan
huella en sus alumnos.
En otros tiempos tuvo una novia
vasca y con ella se fue a Bilbao a vivir y a construirse un barco para dar la
vuelta al mundo, aunque en aquélla época no tenía ni idea de navegar. Al final,
como sucede tantas veces, ni el barco navegó ni la novia duró.
De modo que de vuelta a Italia
conoció a Flavia, la maestra rubia de ojos azules, expresividad de actriz y desbordante simpatía que acabaría siendo su
compañera hasta la actualidad y que navega con él durante sus travesías
estivales por Grecia.
Alessandro hace mucho que no
trabaja. Tuvo que abandonar a sus queridos alumnos cuando le dio un ictus que
le dejó paralizado medio cuerpo y sin poder andar. Los médicos no le dieron
muchas esperanzas, pero finalmente lo consiguió. Volvió a caminar y volvió a
navegar. Y volvió a fumar y a beber y a disfrutar de la vida.
Juntos (cada uno en su barco),
recorrimos muchos puertos y fondeaderos del Jónico: Killini, Poros, Ay Eufemia,
Sívota, Meganisi, Preveza…
Juntos bebimos incontables Fix y
ouzos y charlamos y disfrutamos de la alegría de vivir bajo el sol y las estrellas
del verano griego.
Con él y con Flavia descubrí
rincones que probablemente solo no habría visitado. Con ellos, mi soledad fue
más leve y cuando a finales de octubre nos dijimos adiós, tuve la certeza de
haber conocido a dos personas excepcionales.
Me alegré mucho cuando al verano
siguiente nos volvimos a encontrar, aunque fue un encuentro breve, ya que yo
tenía que emprender la travesía de vuelta y nuestros caminos estaban llamados a
separarse. Así es la vida de los navegantes…
De todas formas, a mis amigos los
maestros italianos, desde aquí y aunque hace ya tiempo que no los veo, quisiera
decirles: Gracias. Por haberme dado su amistad y por ser una pareja singular
que hace de este mundo un lugar mejor.
“El mar, el templado otoño, islas
bañadas en luz, lluvia fina esparciendo un diáfano velo sobre la inmortal
desnudez de Grecia. Feliz el hombre, pensé, quien antes de morir, tenga la
buena fortuna de navegar el mar Egeo.”
Tomando ouzos en la calle frente a la taberna más antigua de Preveza |
A bordo del "Itaca" |
Cómo decirte?...
ResponderEliminarCreo que no he dejado nada por leer.
Me encanta lo fácil que ha sido ser transportada a todos estos lugares a través de tus letras.
Tu forma de transmitir hace que se Ame la mar tal como tu la Amas.
Tienes una estrella sobre ti.
Un abrazo.
Loly Luna
Gracias Loly,me alegra que te haya gustado.. En breve continuare publicando.
EliminarUn abrazo.