domingo, 12 de marzo de 2017

Kostas "El Griego"



Cansado ya de descansar, salí de Kerí rumbo a Katakolon, en la parte noroeste del Peloponeso, con la intención de irme acercando al golfo de Patrás y al canal de Corinto.
Como casi siempre en Grecia, me preocupaban mucho más las entradas a puertos y fondeaderos que la navegación en solitario. Katakolón no fue la excepción y donde según mi guía náutica debía haber atraques para yates de paso, se encontraba fondeada una multitud de barquitos de pesca ocupando casi todo el espacio.
Vi a un hombre en un pequeño velero de color naranja a cuyo costado había un sitio y le pregunté si podía atracar allí. Me dijo que sí, y allá fui. Ancla al fondo, molinete abierto, marcha atrás, un poco de ciaboga y al sitio. ¡Perfecto! Justo a tiempo... El velero que venía detrás de mí ya no tuvo sitio para amarrar y se tuvo que ir a fondear fuera del puerto. Era el “Lord Anthony”, un conocido de Vathy, Itaca. Lo sentí por Tom, pero me alegré de haber de llegado antes.
Katakolon no era un sitio demasiado bonito. El puerto tiene un muelle comercial y en el pasado fue centro de una cierta actividad, que ahora se ha visto reducida a cruceros de turistas que hacen escala aquí para que visiten la antigua Olimpia, cuna de las modernas Olimpíadas. Pero el entorno que la rodea es muy bonito. Colinas verdes y campo.

Resulta que el señor que estaba en su pequeño barco naranja junto al que atraqué al llegar es un griego llamado Kostas. Y resulta que Kostas perdió su ancla en una maniobra de atraque mientras yo estaba fuera. Así que le ayudé. Nos llevó dos horas bajo el achicharrante sol de las tres de la tarde encontrarla bajo las turbias aguas del puerto y entre la maraña de cabos de las otras embarcaciones.
Como agradecimiento, Kostas me invitó a comer deliciosos platos de comida típicamente griega y juntos nos tomamos unas cuantas botellas de cerveza Mythos.
Tras los Ouzos indispensables, me ofreció ir con él a su casita en el campo, cerca de Pirgos, a pasar la tarde.

Kostas vivió casi toda su vida en Suiza y estuvo casado dos veces. La primera con una china con la que tuvo a su primer hijo; la segunda con una finlandesa con la que tuvo a su hija Aurora, que en el momento en que visité su casa se encontraba allí de vacaciones, embarazada de dos meses.
Con la mujer finlandesa compraron esta casita sin electricidad ni agua corriente situada en mitad del campo y rodeada de árboles frutales cuando nació su hija, con la idea de llevar un tipo de vida alternativa, lejos de la ciudad y del consumismo, hasta que un gran incendio destruyó toda la zona y decidieron que allí ya no querían estar.
Kostas ya estaba jubilado y divorciado y vivía solo en la casita un tanto apartado de todo cuando lo conocí...

Kostas y Aurora

Después de estar un rato bebiendo y conversando en la casa atestada de trastos, entre los que se podían contar objetos tan dispares como un telescopio antiguo o una pequeña embarcación, aperos de labranza o una cocina solar, nos fuimos los tres a la playa. En estos días el calor seguía siendo sofocante, verdaderamente intolerable.
Tras la playa y el baño, nos volvimos al barco y como nos habíamos caído bien, les propuse que me acompañaran al día siguiente a navegar hasta Killini, nuestro siguiente destino, cosa que aceptaron con entusiasmo.
De modo que al día siguiente por la mañana, aparecieron en El Gaviero dispuestos a hacer las veinte millas que nos separaban de aquél puerto...
El día se presentaba magnífico, soleado, sin viento y con la mar en calma. Aurora, a pesar de tener solo veinte años estaba embarazada, de modo que con el calor y el ajetreo del barco se encontraba cansada y se echó a descansar abajo en la cabina.
Mientras tanto, avanzábamos a motor rumbo a Killini trajinándonos entre Kostas y yo una botella de vino blanco griego barato. Una botella dio paso a otra y el “capitán” Kostas acabó quedándose dormido sentado en cubierta. Demasiado vino barato...
Aurorita dormida y Kostas dormido... Bonita pareja de marineros...

Cuando el cielo empezó a nublarse y el viento a soplar y la lluvia a caer, llegamos a Killini.
Nos abarloamos al muelle ayudados por un señor de bigote  y abundante pelo blanco recogido en una coleta que, sin yo saberlo entonces, se acabaría convirtiendo en mi mejor amigo en Grecia, justo a tiempo de evitar el gran chubasco de agua y viento que se cernió sobre nosotros. Más de cuarenta nudos de viento en el puerto... ¡Glups!
Salvados por los pelos...
Poco después entró un velero con las velas rotas, otro embarrancó en la bocana del puerto y otro que estaba fondeado brincaba como un caballo loco y en cuanto pudo se marchó de allí...
De modo que, a falta de algo mejor que hacer, Kostas siguió durmiendo y Aurorita y yo nos pusimos a jugar a las cartas  mientras la lluvia caía y refrescaba el tórrido ambiente de las últimas semanas. Era agradable estar a refugio en puerto bajo el frescor de la lluvia...
Al día siguiente nos despedimos y mis amigos se volvieron a su casa. Siempre recordaré con cariño los momentos que pasé en compañía de Kostas. Como tantos otros griegos, una persona hospitalaria, amable, sencilla y cercana.

Tabernas en Katakolon



Más tarde me marché a visitar las ruinas de Olimpia y el castillo de Chlemoutsi, y los siguientes días me dediqué a hacer la NADA en este puerto, viendo atracar y desatracar a los ferries llenos de veraneantes, fumando y bebiendo cerveza Fix y ouzo en compañía del señor del bigote y el abundante pelo blanco recogido en una coleta, mi amigo Alessandro, el profesor italiano del que hablaré más adelante y con el que recorrí buena parte del Jónico.
Pero eso será en otro momento...



Flavia y Alessandro




3 comentarios:

  1. Jodel German!! Hasta hoy no he encontrado un rato para entrar en tu blog. Y siento haber tardado porque he disfrutado mucho con tu relato, casi se puede oler y sentir el mediterráneo griego.
    Gracias y espero que sigas con el relato. Un abrazo Manolo, Tarragona 2017

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que te haya gustado, Manolo. Espero seguir publicando en breve...
      UN abrazo!

      Eliminar
  2. Me encanta. Casi puedo verte en cada situación😀

    ResponderEliminar