sábado, 24 de octubre de 2020

Despedida


“Cuando lo vi dirigirse hacia el auto donde lo esperábamos, no pude menos de conmoverme ante su aspecto de convaleciente sin guarida, con su camiseta color azul claro que había conocido otros tiempos, su largo chaquetón azul oscuro con botones de cuero negro, comprado quién sabe en qué almacén de prendas usadas en un puerto del Báltico, su gorra negra de marino por la que escapaban, a los lados, mechones rebeldes y entrecanos de una cabellera indómita; sus ojos un tanto desorbitados, con ese aire de alarma de quién ha visto más de lo que se les permite ver a los hombres y su eterna bolsa de mano, en la que traía dos mudas de ropa tan castigada como la que llevaba puesta, algunos amuletos que concentraban, cada uno, quién sabe cuántos recuerdos de afectos indelebles o milagrosos “.

 

En la cabina del Gaviero, donde tanto tiempo he pasado en los últimos quince años, escribo esto para poner fin al relato de lo vivido en Grecia. Aquí se acaba el viaje y aquí se termina este blog. En esta vida todo empieza y todo acaba. Y casi siempre todo se empieza con ilusión y se termina con tristeza. Así es, una sucesión de capítulos que van conformando el libro de nuestra existencia. 

Desde que volví, no tuve más ganas de navegar. Había llegado tan lejos que luego todo me sabía a poco. El barco ha seguido siendo mi casa y refugio. Lugar de encuentro de amigos y amores, un hogar para mi hija, pero ha perdido el componente de aventura. Sin planes de viajes a la vista, amarrado en esta ciudad, saliendo solo a hacer pequeñas singladuras por los alrededores, está tan aburrido como yo. Tratamos de sobrellevarlo como podemos, pero en las largas tardes de invierno, nos preguntamos el uno al otro: ¿Y ahora, qué?. Han sido tantos años de movimiento y aventuras, de gente querida disfrutando a bordo, de olores y sabores de otros lugares, de puertos desconocidos, de noches sin dormir, de borracheras, de vida, que ahora no sabemos muy bien qué hacer. Flotamos a la espera de tiempos mejores, que no sabemos si llegarán.

Lo que sí nos quedan son todos los recuerdos, todos los surcos trazados por la proa en el mar, todas las millas ganadas al duro Mediterráneo y todos los sueños cumplidos.

Tenemos que aprender a superar las decepciones y los finales. La vida continúa, no se detiene, no hay otra opción. Tan solo hay que estar preparado para agarrar la siguiente oportunidad y no dejarla escapar.



Para Cam

De Cerdeña a Mahon

 

“Algo me decía que no todo podría continuar dentro de esa normalidad tan parecida a lo que siempre he rechazado como una de las más notorias antesalas de la muerte: los días transcurriendo por cauces regulares, en donde toda sorpresa ha sido descartada de antemano.



Podría ser Polinesia, pero es Cerdeña




"New Calipso"

Banderas mediterráneas



Cala di Volpe, Cerdeña

Atardece. Hace cuatro días que llegué aquí desde Santa María Navarrese para encontrarme con mis buenos amigos Alejandro y Pili con su "New Calipso", y aquí seguimos debido al mal tiempo que hace afuera. Alejandro vino a guiarme con su auxiliar, ya que  cuando llegué era de noche y ellos ya llevaban todo el día fondeados. 

En esta cala de la Costa Esmeralda, el paisaje parece diseñado a propósito por un arquitecto especializado en casas para ricos. Todo es perfecto; rocas redondeadas estratégicamente situadas, vegetación abundante de pinos y matorral mediterráneo, verdes jardines de césped que llegan hasta el mar, embarcaderos y playas privadas, hoteles de lujo a cuyas playas no se puede acceder... El paraíso de los ricos.

Y en el mar la cosa no pinta mucho mejor. Superyates fondeados en masa y una multitud de lanchas, auxiliares y todo tipo de artefactos flotantes a motor esparciendo su ruido y sus olas por el fondeadero y agitando los barcos y la tranquilidad de las personas que intentan descansar a bordo sin tregua ni cuartel.

El sonido de motores es constante. No miento si digo que no ha pasado ni un solo minuto sin que haya escuchado el sonido de un fueraborda y sentido sus olitas (u olazas en ocasiones) en el casco del Gaviero. Es, sin lugar a dudas, un lugar para tachar del mapa y al que no volver nunca jamás en barco. Es la cara opuesta a Grecia, la pesadilla del navegante a vela, el espejo de la podredumbre que esparcen los ricos allá donde van...

Pero el paisaje es bonito, de eso no cabe duda. De diseño y al alcance de unos pocos...

En cuanto fue posible nos marchamos y bordeamos toda la costa hacia el norte, pasando por Bonifacio y dejando Córcega para otra ocasión. Días de borracheras con Mirto y cervezas, comidas y risas a bordo del "New Calipso". El Gaviero pasaba días enteros al ancla solo mientras yo los pasaba a bordo del barco de mis amigos. Estaba cansado de tanta soledad..

Cerdeña guarda secretos sorprendentes en muchos rincones. Paisajes salvajes y apartados, playas vírgenes, fondeaderos solitarios, viejos fortines y antiguos escondites de la segunda guerra mundial, montañas escarpadas, tabernas con deliciosa comida y cerveza Ichnusa. Pasos difíciles como el de Fornelli, con rocas a los lados y poco fondo, entre la isla de Asinara y Cerdeña, que hay que pasar muy atento a las enfilaciones, gente amable y de carácter...

Después de un tiempo vagabundeando por aquí, llegó el momento de volver. Navegamos hasta Menorca, yo solo y mis amigos en su barco, en conserva, manteniendo el contacto por la radio... Tras un día de descanso en Fornells, y dado que se avecinaba mal tiempo, decido salir rumbo a Tarragona. Travesía en solitario, tranquila, un poco movida por el mar de fondo pero no demasiado lenta. Treinta y cinco horas que acaban con el barco amarrado en el Náutico de Tarragona y con mi pequeña recibiéndome a gritos en la oscuridad. Probablemente, uno de los días más felices de mi vida, aunque sin yo saberlo entonces, desembocaría en una larga etapa de casi tres años de dejadez, apatía, cansancio del barco y semi-depresión...

Fortín

Credere, Obbedire, Combattere... ok
Amor en lugares de guerra



jueves, 15 de octubre de 2020

A Cerdeña con Ed

“Hay un momento en que la falta de un buen blanc cassis o de un auténtico negroni puede llegar a perturbar el ánimo.”


Tras pasar Messina sin  incidentes en un día de calma y sol, asesorados en los horarios para hacerlo con la corriente favorable por los blancos militares de la Guardia Costiera, arribamos a Milazzo. Nenú se tiene que marchar y vuelvo a quedarme solo en este puerto del que quiero salir cuanto antes. 
Así que al día siguiente, aunque he pasado dos noches digo que he pasado solo una. No me gustó la atención de los marineros, que no nos ayudaron para nada y ni tan siquiera vinieron a recibirnos, y además el precio había subido a 77 €. Pago la mitad de lo que debería y salgo pitando sin mirar atrás con la intención de avanzar hacia Palermo; pero de nuevo el viento y la mar tenían otros planes para nosotros y nos vemos navegando a toda velocidad hacia las Eolias. -Bueno, ¿por qué no? Dejémonos llevar...

Volcanes de las Eolias

La isla de Vulcano tiene un pequeño puerto donde pueden amarrar veleros, y en el que atraca el ferry que viene desde Sicilia cargado de visitantes. Es un lugar animado y lleno de vitalidad que acoge a muchos turistas italianos que vienen a disfrutar de baños terapéuticos de barro. Hay restaurantes con música en directo y tiendas de souvenirs, playas de arena negra y el encanto de estar en un volcán, con su olor a azufre y todo...
Fondeo en Vulcano


Mi amigo Ed


El caso es que fondeé en 10 metros de sonda largando toda la cadena que tenía, entre multitud de barcos que no dejaban mucho espacio para elegir el sitio y me fui a buscar a mi amigo Edgardo que iba a encontrarse conmigo para la travesía hacia Cerdeña.
Entre la avalancha de gente que desembarcaba por la pasarela del ferry, vi los cabellos finos y despeinados de mi amigo y fui a su encuentro. Tras los saludos y abrazos fuimos con el chinchorro a soltar su bolsa en el barco y nos volvimos a tierra para cenar y dar una vuelta por las animadas callecitas del pueblo.

Al día siguiente emprendimos la travesía hacia Cerdeña, aunque aún nos quedaba atravesar toda Sicilia. Salimos al mar y no conseguimos hacer a vela ni una sola milla. Calma total. Ni gota de viento ni una sola onda en la superficie del mar. Aceite brillante reflejando los rayos de sol. Hicimos un intento de parar en Filicudi para pasar allí la noche, pero cuando se acercó una zodiak con el vigilante del fondeadero y nos dijo el precio, se lo hice repetir incrédulo dos veces. No daba crédito: ¡70 euros por amarrar a una boya para pasar la noche! ¡A precio de hotel!. Increíble. De modo que seguimos de largo y ya no paramos hasta llegar a Ustica.
Y así pasaron las horas, una tras otra, charlando, bebiendo cerveza Moretti, descansando, haciendo guardias de noche... Todo esto acompañados por el incesante y estridente ruido del motor del barco. 
Con las primeras luces del día siguiente divisamos la aislada isla de Ustica, la isla de los huesos, en la que fueron abandonados miles de fenicios rebeldes de Cartago hasta morir de hambre. La misma que en los años del fascismo de Mussolini alojó como prisión a más de 1.500 opositores al régimen, muchos de ellos homosexuales. Una triste historia para una isla tan bonita. En realidad, una historia repetida a lo largo de los siglos en casi todas las islas mediterráneas. Verdaderamente, la condición humana no tiene remedio...

Pero bueno, eso ya pasó y actualmente Ustica es una isla tranquila a la que viene gente a bucear en sus cristalinas y profundas aguas. El puerto es muy pequeño y solo pudimos atracar en el muelle del ferry para llenar el tanque de gasoil; luego nos tuvimos que ir y amarrarnos a una boya en la parte de afuera, casi en mitad del mar, en un precipicio azul profundo frente a un antiguo hotel abandonado de aire decadente y reminiscencias románticas. Viendo el edificio vacío, se podía uno imaginar a las familias en otros tiempos aquí de vacaciones, los niños jugando y saltando al mar desde los pequeños espigones de cemento, las fiestas nocturnas en los jardines... ¡Ah!... El pasado... Siempre me ha gustado estar a solas en lugares abandonados o a horas en las que no hay nadie en edificios normalmente bulliciosos. Me resulta relajante y un punto misterioso.

Hotel abandonado en Ustica


Entrada al puerto de Ustica


El caso es que después de bajar a tierra y pasar la tarde en la plaza del pueblo viendo a la gente pasear y bebiendo birra Peroni, nos fuimos a descansar en nuestra cama flotante sobre el azul y a prepararnos para el salto a Cerdeña al día siguiente.

Fondeo en el "gran azul"



La travesía se presentó igual que la anterior. Calma chicha. Cero viento. Motor.  Doscientas millas de mar sin variación. Sol, calor, mar en calma, noche, estrellas, mar en calma, cervezas, charlas, mar en calma... Y llegamos a la mañana del segundo día temprano al puerto de Santa María Navarrese, donde atracamos, desayunamos y nos fuimos a dormir.
Por la tarde salimos a cenar y acabamos tomando unas copas en una bonita terraza con música en directo con vistas al mar y gente guapa...

Al día siguiente bordeamos la costa este de Cerdeña hasta llegar a un pequeño puerto lleno de embarcaciones de motor, turistas, y donde al atracar en un pequeño muelle para despedirme de mi amigo Ed y desembarcarle para que volviera de vuelta a casa, me topé con el más arrogante, malcarado, altivo desagradable y estúpido ejemplar de Guardia Costiera que uno puede encontrarse, que de malas maneras me echó del muelle casi sin dejarnos tiempo a soltar el equipaje de Ed. ¡Maldito sea!

A partir de aquí, me puse a navegar solo y ya no paré hasta llegar de noche a las aguas de la Costa Esmeralda, donde me esperaban mis amigos Ale y Pili en su "New Calipso"...