“Hay un momento en que la falta de un buen blanc cassis o de un auténtico negroni puede llegar a perturbar el ánimo.”
Así que al día siguiente, aunque he pasado dos noches digo que he pasado solo una. No me gustó la atención de los marineros, que no nos ayudaron para nada y ni tan siquiera vinieron a recibirnos, y además el precio había subido a 77 €. Pago la mitad de lo que debería y salgo pitando sin mirar atrás con la intención de avanzar hacia Palermo; pero de nuevo el viento y la mar tenían otros planes para nosotros y nos vemos navegando a toda velocidad hacia las Eolias. -Bueno, ¿por qué no? Dejémonos llevar...
Volcanes de las Eolias |
La isla de Vulcano tiene un pequeño puerto donde pueden amarrar veleros, y en el que atraca el ferry que viene desde Sicilia cargado de visitantes. Es un lugar animado y lleno de vitalidad que acoge a muchos turistas italianos que vienen a disfrutar de baños terapéuticos de barro. Hay restaurantes con música en directo y tiendas de souvenirs, playas de arena negra y el encanto de estar en un volcán, con su olor a azufre y todo...
Mi amigo Ed |
El caso es que fondeé en 10 metros de sonda largando toda la cadena que tenía, entre multitud de barcos que no dejaban mucho espacio para elegir el sitio y me fui a buscar a mi amigo Edgardo que iba a encontrarse conmigo para la travesía hacia Cerdeña.
Entre la avalancha de gente que desembarcaba por la pasarela del ferry, vi los cabellos finos y despeinados de mi amigo y fui a su encuentro. Tras los saludos y abrazos fuimos con el chinchorro a soltar su bolsa en el barco y nos volvimos a tierra para cenar y dar una vuelta por las animadas callecitas del pueblo.
Al día siguiente emprendimos la travesía hacia Cerdeña, aunque aún nos quedaba atravesar toda Sicilia. Salimos al mar y no conseguimos hacer a vela ni una sola milla. Calma total. Ni gota de viento ni una sola onda en la superficie del mar. Aceite brillante reflejando los rayos de sol. Hicimos un intento de parar en Filicudi para pasar allí la noche, pero cuando se acercó una zodiak con el vigilante del fondeadero y nos dijo el precio, se lo hice repetir incrédulo dos veces. No daba crédito: ¡70 euros por amarrar a una boya para pasar la noche! ¡A precio de hotel!. Increíble. De modo que seguimos de largo y ya no paramos hasta llegar a Ustica.
Y así pasaron las horas, una tras otra, charlando, bebiendo cerveza Moretti, descansando, haciendo guardias de noche... Todo esto acompañados por el incesante y estridente ruido del motor del barco.
Con las primeras luces del día siguiente divisamos la aislada isla de Ustica, la isla de los huesos, en la que fueron abandonados miles de fenicios rebeldes de Cartago hasta morir de hambre. La misma que en los años del fascismo de Mussolini alojó como prisión a más de 1.500 opositores al régimen, muchos de ellos homosexuales. Una triste historia para una isla tan bonita. En realidad, una historia repetida a lo largo de los siglos en casi todas las islas mediterráneas. Verdaderamente, la condición humana no tiene remedio...
Pero bueno, eso ya pasó y actualmente Ustica es una isla tranquila a la que viene gente a bucear en sus cristalinas y profundas aguas. El puerto es muy pequeño y solo pudimos atracar en el muelle del ferry para llenar el tanque de gasoil; luego nos tuvimos que ir y amarrarnos a una boya en la parte de afuera, casi en mitad del mar, en un precipicio azul profundo frente a un antiguo hotel abandonado de aire decadente y reminiscencias románticas. Viendo el edificio vacío, se podía uno imaginar a las familias en otros tiempos aquí de vacaciones, los niños jugando y saltando al mar desde los pequeños espigones de cemento, las fiestas nocturnas en los jardines... ¡Ah!... El pasado... Siempre me ha gustado estar a solas en lugares abandonados o a horas en las que no hay nadie en edificios normalmente bulliciosos. Me resulta relajante y un punto misterioso.
Hotel abandonado en Ustica |
Entrada al puerto de Ustica |
El caso es que después de bajar a tierra y pasar la tarde en la plaza del pueblo viendo a la gente pasear y bebiendo birra Peroni, nos fuimos a descansar en nuestra cama flotante sobre el azul y a prepararnos para el salto a Cerdeña al día siguiente.
Fondeo en el "gran azul" |
La travesía se presentó igual que la anterior. Calma chicha. Cero viento. Motor. Doscientas millas de mar sin variación. Sol, calor, mar en calma, noche, estrellas, mar en calma, cervezas, charlas, mar en calma... Y llegamos a la mañana del segundo día temprano al puerto de Santa María Navarrese, donde atracamos, desayunamos y nos fuimos a dormir.
Por la tarde salimos a cenar y acabamos tomando unas copas en una bonita terraza con música en directo con vistas al mar y gente guapa...
Al día siguiente bordeamos la costa este de Cerdeña hasta llegar a un pequeño puerto lleno de embarcaciones de motor, turistas, y donde al atracar en un pequeño muelle para despedirme de mi amigo Ed y desembarcarle para que volviera de vuelta a casa, me topé con el más arrogante, malcarado, altivo desagradable y estúpido ejemplar de Guardia Costiera que uno puede encontrarse, que de malas maneras me echó del muelle casi sin dejarnos tiempo a soltar el equipaje de Ed. ¡Maldito sea!
A partir de aquí, me puse a navegar solo y ya no paré hasta llegar de noche a las aguas de la Costa Esmeralda, donde me esperaban mis amigos Ale y Pili en su "New Calipso"...
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