“Cuando lo vi dirigirse hacia el auto donde lo
esperábamos, no pude menos de conmoverme ante su aspecto de convaleciente sin
guarida, con su camiseta color azul claro que había conocido otros tiempos, su
largo chaquetón azul oscuro con botones de cuero negro, comprado quién sabe en
qué almacén de prendas usadas en un puerto del Báltico, su gorra negra de
marino por la que escapaban, a los lados, mechones rebeldes y entrecanos de una
cabellera indómita; sus ojos un tanto desorbitados, con ese aire de alarma de
quién ha visto más de lo que se les permite ver a los hombres y su eterna bolsa
de mano, en la que traía dos mudas de ropa tan castigada como la que llevaba
puesta, algunos amuletos que concentraban, cada uno, quién sabe cuántos
recuerdos de afectos indelebles o milagrosos “.
En la cabina del Gaviero, donde tanto tiempo he pasado en los últimos quince años, escribo esto para poner fin al relato de lo vivido en Grecia. Aquí se acaba el viaje y aquí se termina este blog. En esta vida todo empieza y todo acaba. Y casi siempre todo se empieza con ilusión y se termina con tristeza. Así es, una sucesión de capítulos que van conformando el libro de nuestra existencia.
Desde que volví, no tuve más ganas de navegar. Había llegado tan lejos que luego todo me sabía a poco. El barco ha seguido siendo mi casa y refugio. Lugar de encuentro de amigos y amores, un hogar para mi hija, pero ha perdido el componente de aventura. Sin planes de viajes a la vista, amarrado en esta ciudad, saliendo solo a hacer pequeñas singladuras por los alrededores, está tan aburrido como yo. Tratamos de sobrellevarlo como podemos, pero en las largas tardes de invierno, nos preguntamos el uno al otro: ¿Y ahora, qué?. Han sido tantos años de movimiento y aventuras, de gente querida disfrutando a bordo, de olores y sabores de otros lugares, de puertos desconocidos, de noches sin dormir, de borracheras, de vida, que ahora no sabemos muy bien qué hacer. Flotamos a la espera de tiempos mejores, que no sabemos si llegarán.
Lo que sí nos quedan son todos los recuerdos, todos los surcos trazados por la proa en el mar, todas las millas ganadas al duro Mediterráneo y todos los sueños cumplidos.
Tenemos que aprender a superar las decepciones y los finales. La vida continúa, no se detiene, no hay otra opción. Tan solo hay que estar preparado para agarrar la siguiente oportunidad y no dejarla escapar.
Para Cam
Es muy agradable la lectura en especial cuando tocas los sentimientos que te embargan con tu ⛵ barco Ojos Fenicios
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