Jónico
“El barco de vela está más cerca de la vida que el de vapor: no
basta con saber a dónde quieres ir, porque la vida, al igual que la ruta del
barco de vela, no consiste prácticamente más que en rodeos, causados bien por
la calma chicha, bien por la tormenta.”
Carsten Jensen. “Nosotros los
ahogados”.
Yo, verdad, tenía unos años más
que ella. Había llegado a esa fase de la vida en que me identificaba con los
personajes perversos y cínicos de los libros. No creo en la permanencia, en las
relaciones que se prolongan durante siglos…
Y ella llegó con su frescura y su
juventud y sus ganas de moverse y su bonito acento mexicano y juntos recorrimos
las islas de este mar bajo un tórrido calor que aplastaba el ánimo y la
voluntad desde Lefkada hasta Zakinthos.
Ormos Vlikho, Meganisi, Kálamos,
Ítaca, Fiskardo, Sami… Puertos y calas y
fondeaderos en los que los olivos se asomaban a las pequeñas playas reflejando
su verde sombra en las tranquilas aguas y los veleros se mecían perezosamente
cubiertos de toldos amarrados a los troncos de los árboles de la orilla.
A la hora de la siesta las chicharras
y los grillos cantaban su repetida canción que llenaba de ecos los recovecos de
grutas, de salientes, de promontorios, de terrazas de tabernas a la orilla del
mar… y las avispas revoloteaban sobre los platos de comida en tal cantidad que
acababan formando parte del paisaje.
Taberna de George en Kálamos |
De los techos de caña de las
tabernas pendían botellas de colores, siluetas de pescado hechas con pequeños
huesos de aves, colgantes fabricados con restos de maderas y conchas
arrastrados a las playas, macetitas con plantas que milagrosamente sobrevivían
al sofocante calor… Un escenario repetido e inagotable de belleza sencilla y
antigua, que sorprendía y cautivaba en cada una de las islas de este mar en el
que las velas blancas rasgaban el azul limpísimo del cielo y el agua, impulsadas
por el viento vespertino que las movía de un lugar a otro.
Las calas de Meganisi, el puerto
de Kálamos con el amable George y su bonita taberna junto al mar, las empinadas
carreteras de la agreste Ítaca y sus coquetos puertos de Frikes y Kiòni, Skorpios,
el turístico pero encantador puerto natural de Fiskardo, la playa del naufragio
de Zakinthos, las bodegas Robola en Cephalonia, la música nocturna en Sami…
Tras todos estos días, una mañana de finales de julio, en el puerto de
Zakinthos nos dijimos adiós.
Ana Paula se fue, me dejó con la
alegría de su amistad y de haber sido mi compañía en estos primeros tiempos de
descubrimiento de las islas griegas y con la tristeza de no saber si algún día
nos volveríamos a encontrar…
Port Atheni, en Meganisi |
No me sentí muy feliz aquel día y
tras moverme al día siguiente a la bahía de Ormos Kerí, pasé los tres
siguientes sin hacer absolutamente NADA. Bebí cerveza Mythos y bebí Ouzo, fumé,
pensé y me dí cuenta de que el tiempo había cobrado una dimensión distinta para
mí en este viaje. Indefinida. Incuantificable. Un limbo en el que los días se
sucedían sin importar fecha del calendario, día de la semana e incluso hora del
día. Mis costumbres, mis pocas cosas e incluso mis seres queridos se me
antojaban a veces habitantes de otra vida paralela, distante y distinta.
Siempre presentes pero ajenos por completo a mi realidad actual…
Ormos Keri |
Empezaba a darme cuenta de hasta qué punto la realidad se podía difuminar cuando se pasaba mucho tiempo solo en un velero navegando por Grecia…
Realmente...qué es la realidad?...
ResponderEliminarSólo la efímera creencia de nuestra verdad.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMil vidas dentro de la vida....
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